miércoles, 2 de marzo de 2011

¿Dónde habitan los delincuentes?

Las ciudades se están volviendo más importantes que el estado mismo. La concentración de la economía y la urbanización en las ciudades, las vuelve el corazón de la nación y un símbolo de progreso para la gente. Por eso, todos reclaman el derecho a venirse a la ciudad. 

Y los delincuentes no se quedan atrás. Ven que el negocio del delito es próspero en las ciudades, donde el segmento de mercado para sus fechorías es ilimitado. Y ya prefieren las ciudades.

Para ser prósperos en su ilegalidad, los delincuentes imponen tres estrategias que les permite actuar con comodidad en el espacio urbano: la violencia, el pánico y el miedo. Donde estas estrategias, que atemorizan y silencian a la ciudadanía, son exitosas los delincuentes empiezan a salir de sus madrigueras y pasan a habitar espacios más visibles para expandir su criminalidad.

Los delincuentes habitan donde no hay autoridad. Donde muere la autoridad, o donde la autoridad se vuelve débil, los delincuentes progresan, engordan y actúan a ojos vistos.

Los delincuentes habitan en los lugares donde no se sientan perseguidos, aunque por allí se pasee ocasionalmente la policía y las autoridades. Los ilegales habitan donde encuentran connivencia con sus fechorías.

A los delincuentes les interesa una ciudad de desplazados, de vagabundos; una ciudad nómada, atemorizada, sin cohesión social. Por eso, cada desplazado urbano o intraurbano, es un éxito para la ilegalidad. Los delincuentes empujan hacia el nomadismo urbano porque les gusta habitar en las ciudades nómadas.

En una sociedad dominada por el pánico y por el miedo, el ciudadano no confía en las autoridades, considera un riesgo personal alertar a la policía, y prefiere protegerse con su propio silencio. Y sin la ciudadania, la policía se va degradando cuando se distancia de los ciudadanos de bien porque aumenta el riesgo de acercarse a los ciudadanos del mal. Los delincuentes habitan donde logran un distanciamiento entre el ciudadano de bien y la policía.

La falta de autoridad es un imán para los delincuentes. El miedo de la gente es otro imán para atraer a los delincuentes. El miedo nace de no sentirse protegido por las autoridades y del creciente espacio que los ilegales logran en la ciudad. Como en la antigua polis griega, el ciudadano debería cumplir funciones de alerta policial, pero como la gente esta dominada por el miedo y por el pánico, el silencio forzado le impide cumplir esa función.

Ante tanta ilegalidad y ante poca autoridad, la ciudadanía se torna connivente con bandas y delincuentes. La actividad ilegal se hace a ojos vistos pero nadie denuncia porque no hay garantía de que las autoridades sean exitosas. 
Cuando los delincuentes se consolidan en un territorio, pueden disminuir la violencia, pero siempre acrecientan el miedo y el pánico entre los ciudadanos, para perpetuar su impunidad. Los delincuentes buscan territorios donde la legitimidad de la autoridad está cuestionada.
Estamos construyendo ciudades generosas con los delincuentes. Se sabe donde habitan los delincuentes, pero las autoridades no los ven. Se sabe dónde se cobran “vacunas” y extorsiones. Se conoce dónde se vende la droga. Se conocen los territorios urbanos que están escriturados a los ilegales. Se ven en torres de energía del estado símbolos que señalan que una banda delincuencial domina un territorio público determinado. Se sabe que la delincuencia es dueña de calles y territorios completos. Se sabe que hay delincuentes dueños de semáforos que cobran vacunas a quienes se instalen cerca. Se sabe que mucha parte del espacio público se los han repartido los ilegales a ojos vistos. 

Y todo ayuda a propagar la ilegalidad urbana. Pareciera que la Autoridad se ha vuelto ciega; La sociedad civil no denuncia por miedo y pánico y  la policía no ve o no va por donde habitan los delincuentes.

Algo está muy mal. No siente la ciudadanía que hayan estrategias de las autoridades para evitar que las ciudades queden en manos de la delincuencia. Se entroniza en los territorios urbanos una cultura de la ilegalidad apropiada para que prospere la delincuencia. La ciudad parece cómoda para ser delincuente. Ya hasta parece honroso ser delincuente. Muchos ilegales ya ni se esconden, actúan a ojos vistos y se sienten orgullosos de su condición. Ser delincuente da jerarquía social en su barrio. Les da respeto. Los hace ver superiores. Ser delincuente se está convirtiendo en un degradante título de nobleza. 
Los delincuentes están construyendo lentamente la Ciudad del Pánico. Están avanzando en la Ciudad del Miedo. Ciudad del amedrentamiento. Miedo y Pánico son dos estrategias favoritas de la delincuencia.

La Ciudad necesita Autoridad y Mano Firme de los gobernantes contra los delincuentes. Necesita un examen severo a la eficacia de la Policía. Necesita ciudadanos libres con garantías para alertar sobre el delito. Necesita erradicar el divorcio entre el Ciudadano de bien y la Policía. La ciudad necesita una policía que no se deje conmover por la delincuencia.
La Paz de Colombia se inicia con la paz en las ciudades. Si no derrotamos la impunidad urbana, la delincuencia arrasará con la legalidad en las ciudades.

1 comentario:

  1. Este artículo lo leo, ya que considero que es igual de importante estar atento a las personas que piensan en ciudad, como de aquellos que son una amenaza para ella, independiente de la máscara que utilicen.

    Me tomé el trabajo y dejé a un lado mis reservas sobre el ex alcalde de Medellín Luis Pérez y leí su artículo en su blog, en realidad me desarmé y realicé un ejercicio que me enseñó mi padre, según él decía “las personas no son tontas, solo que piensan distinto”, creo que era así, en fin, no importa, decidí leer éste artículo y en realidad no sé por donde empezar.

    El escrito del antiguo alcalde, lo define a él mismo, es increíble como lo que la gente escribe, demuestra por completo a su dueño (espero que en este caso, para bien o para mal, sea igual conmigo) y en realidad me quedó claro, el ex alcalde Luis Pérez, es una maraña de palabras sin sentido, una repetición de conceptos que no concluyen y lo peor, que no conducen a nada. El creer utilizar una y otra vez las palabras o redondear las ideas con los mismos juegos de palabras (me imagino que él creerá que es divertido y muy audaz al momento de escribir), es como lo diría yo, una basura de papel, es como las montañas de naipes que se ven majestuosas, pero son sólo una simple y débil composición de el azar.

    Fue un artículo soso, simplón, en ocasiones mal construido, por no decir que en casi todo los párrafos y con una terrible construcción gramatical, algo en lo que no me debería meter, porque igual no soy el mejor, pero al menos no aspiro a succionar el erario público por segunda vez, es decir no tengo que venderme para poder utilizar las finanzas locales como mi cuenta personal, pero bueno , el punto es hablar de como el señor Pérez tiene el descaro de golpearnos con su desastrosa composición y quiere que salgamos de éste ejercicio sin daño neuronal (de verdad, tuve que releer varios párrafos para poderlos entender) y convencidos que es lo mejor para nuestra ciudad.

    Tampoco digo que se debe votar por hombres de una exquisitez gramatical merecedora de premios literarios, pero si considero que las personas son a la pluma lo que son con la voz, una simple bofetada al sentido, es de ésta forma que me doy cuenta que en estos ocho años de ausencia de la monarquía “Luisiana” en la ciudad de Medellín, al menos esperaba que él tuviera la decencia de mejorar su discurso, pero no, lo único que hizo es que se pasó de medio, está en éste momento apoderándose del público cautivo de twitter que en gran número no supera los 25 años y que se cree todo lo que les dicen y si hacemos cuentas, la gran mayoría de ellos no sobrepasaban los quince años en la época de su reinado, es decir de manera coloquial, “se están dejando meter los dedos en la boca”.

    Si tienen el valor de leer el comentado artículo, aquí se los dejo y no me digan que no se los advertí. Intenté en las horas de la mañana, luego en la noche, hice uso de una cerveza a ver si estaba muy oxidado, pero no. En definitiva, ahí ustedes verán



    Juan López Artehaga

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