Un reto gigante que tienen las ciudades colombianas es el de la movilidad. Si no se toman decisiones audaces, en el futuro, será más fácil salir a pie que en carro.
Hay dos estilos de dirigentes. Los que resuelven los problemas y los que maquillan los problemas para hacer creer que se resolvieron.
En la movilidad de las ciudades, las acciones de los gobernantes han sido de incompetencia.
Casi todos los alcaldes de nuestras ciudades pusieron de moda la medida del pico y placa como la gran solución a la movilidad. Y hasta filosofía ecológica escriben sobre ella. Es más fácil firmar un decreto que hacer una vía. El Pico y placa es una manera de maquillar el problema, y es un recorte a las libertades públicas.
Un día de pico y placa obliga a guardar el 20% de los vehículos en sus garajes. Dos días de pico y placa obliga a inmovilizar cada día el 40% de los vehículos, son 104 dias al año que cada propietario inmoviliza su vehículo aun pagando seguros e impuestos. Un día de pico y placa cuesta miles de millones de pesos al erario público y a la ciudadanía. Más de 1.000 policías verdes y azules todo un día echando ojo, escondidos en una esquina, a ver si se ganan el número de una placa para sancionar, es un juego costoso y a la larga inútil. Y a la policía no le queda tiempo para nada más. Y además, la gente saliendo de su casa dos horas después o llegando dos horas antes del pico y placa crea una ineficacia social costosa. El pico y placa es también para los propietarios. Y lo inaudito, los pudientes compran hasta dos o tres carros para no tener su libertad recortada.
Pico y placa es un grito de desespero de quienes no tienen soluciones para una realidad vial. En Medellín, como en los últimos ocho años no se han hecho vías, en 2005 el ex Alcalde Fajardo impuso un día de Pico y Placa semanal. Y en 2008, el Alcalde Salazar impuso dos días de pico y placa a la semana. Es razonable concluir que si se elige “otro Salazar” Medellín tendría tres días de pico y plca a la semana.
En el mundo, Colombia ocupa el puesto 72 en número de vehículos a motor por persona. Colombia tiene 107 vehículos a motor por cada 1.000 habitantes. EEUU que ocupa el primer lugar tiene 765 por cada mil habitantes. O sea que no tenemos muchos vehículos, tenemos muy pocas vías.
Y ahora, cuando se empieza a observar la fragilidad de la medida del pico y placa, se instalan por toda la ciudad más y más semáforos, y la gente los califica entre de impaciencia y la ridiculez.
Conviene precisar que los semáforos no sólo regulan el tráfico de vehículos sino que son importante instrumento para armonizar las relaciones entre los vehículos y el peatón. El semáforo ordena la movilidad de la ciudad, y en esencia es un mecanismo que disminuye la velocidad de movimiento en la ciudad.
El semáforo es gran ayuda para la movilidad armónica, pero no es un remedio para todo. Los semáforos no eliminan las demás alternativas de solución vial.
De una manera silenciosa, Medellín se ha visto inundada de semáforos.
Los semáforos de la ciudad se han vuelto tema continuo de conversación en todos los grupos sociales. Miles de jóvenes en facebook han creado protestas en la red contra el abuso con los semáforos. Contar los semáforos que se han instalado en la ciudad es una aventura jocosa. Hay semáforos para todo. En las esquinas no faltan. En las glorietas, que ya no son glorietas, hay semáforos por montones, hasta 10 por cada glorieta. En las grandes avenidas intempestivamente aparecen semáforos donde no hay cruces y donde no hay gente; semáforos en medio de la soledad. Hay semáforos al iniciar o terminar un puente pero no hay cruce. Y asi, Medellin tiene ya 1.200 nuevos venteros ambulantes que se disputan la propiedad de un semáforo, que será su empleo, y buscan aquel donde más gente pase a comprar.
Los semáforos no pueden reemplazar la construcción de más infraestructura vial ni las vías exclusivamente peatonales que se necesitan.
Los semáforos de la ciudad están entre lo risible y lo ridículo. En los últimos ocho años Medellin no tiene programa serio de movilidad. Dos días de pico y placa por semana y una lluvia de semáforos como si estuviéramos en navidad, no son ninguna propuesta sensata para los graves males de movilidad que enfrenta la ciudad.
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