El diccionario define la palabra ASONADA como una concurrencia numerosa de ciudadanos para conseguir tumultuaria y violentamente cualquier fin, por lo común político.
Un fenómeno malsano que se acrecienta en Medellín son las asonadas barriales o las comunidades contra la policía.
El desalojo de viviendas de la margen del río Medellín en el barrio Santa Cruz, terminó en enfrentamientos entre comunidad y Policía.
En represalias por los procedimientos de control de la Policía en los sectores de La Silla, La Galera y Granizal, al mediodía de un domingo decenas de encapuchados armados de palos, cuchillos y bombas molotov taponaron las vías de acceso a la comuna con llantas encendidas y regaron con ACPM, las principales vías de acceso.
En el barrio La Sierra las asonadas son el pan de cada día; el 7 de junio pasado una nueva asonada facilitó que “El Rolo” se fugara por tercera ocasión.En el Barrio El Limonar, luego de un confuso asesinato, la comunidad se enfureció, sacó llantas y gasolina y colocó barreras contra las fuerzas del orden.
Y hasta en la pacífica vereda Mazo del corregimiento de Santa Elena, la tierra de los gloriosos silleteros, la comunidad inconforme por la destrucción de una sede comunal por parte de la alcaldía, marchó en protesta y luego se enfrentó a la policía con palos y piedras, quemando dos vehículos de la policía.
Las asonadas barriales se repiten día a día en las comunas populares de Medellín.
¿Qué está pasando en Medellín? ¿A qué se debe tal irrespeto por la Institucionalidad? ¿Cómo una Alcaldía pierde su legitimidad en toda la ciudad?
Vamos por partes.
Por constitución el Alcalde es el jefe de la Policía de un municipio y es quien define y diseña los planes de seguridad que son ejecutados por la institución policial en el territorio, bajo los parámetros establecidos en dicha política pública. Pero cuando no existe una política pública integral de seguridad -como es el caso hoy en Medellín- las situaciones y los procedimientos de seguridad se desbordan y causan malestar e insatisfacción ciudadana y abre un boquete para que actúen los ilegales.
Es decir, sobre la base del desgobierno y la ineptitud de un gobernante, galopa la desinstitucionalización y ésta conduce a la ilegitimidad, que es la causa última del irrespeto hacia la autoridad que estimula las asonadas barriales y el desafío a la policía.
Medellín ha pasado por diferentes escenarios de violencia urbana, pero nunca antes las asonadas barriales hicieron parte del conflicto, razón por la cual las autoridades deberían estar bastante preocupadas ya que con los altos niveles de ilegitimidad de hoy, difícilmente habrá solución tanto de la Alcaldía como de la Policía, al velo de ilegalidad que cubre a las comunas de la ciudad.
Hay que dar un salto cualitativo en la política de seguridad y convivencia de Medellín y volver a reencontrar al ciudadano de barrios y comunas con sus instituciones, con la legalidad, en particular con la Alcaldía y la Policía; siendo ésta última la que ha tenido que pagar los platos rotos del descontento popular contra la Alcaldía, que sólo atina a dar declaraciones apáticas y lejanas de la cruel guerra que azota nuestra bella ciudad.
Las asonadas son también expresión de que la ilegalidad ha crecido exponencialmente y que no ha habido muros de contención legales y legítimos contra los embates cada vez mayores por parte de bandas, combos y pandillas delincuenciales; es evidente que la Alcaldía no ha logrado tejer “tejido social” en los barrios, lo cual se ha traducido en una convivencia negativa de la ciudadanía con las bandas ilegales, quienes increíblemente, hoy ejercen funciones de seguridad, de solución a problemas de vecinos y de ofertas de empleo e ingresos, tarea que debería desarrollar las instituciones del Estado.
La delincuencia ha logrado permear a la ciudadanía y cada vez la tiene más a su disposición para entorpecer la legalidad y propagar el delito como empresa.
Grave, más grave aún, es que la policía sea percibida entre muchos ciudadanos, como corrupta, ineficiente y poco confiable. Nadie quiere denunciar nada. La ciudadanía ve a la policía más cerca al delincuente que al ciudadano de bien. Es urgente apoyar a las fuerzas del orden para que la policía sea amiga del ciudadano y enemiga a muerte del delincuente. Y grave también, que la ciudadanía vea la alcaldía, sin confianza, lejana e indiferente a la invasión de la ilegalidad urbana.
Las comunidades enfrentando a las fuerzas de orden del estado con palos, llantas encendidas y piedras es una señal malsana que amerita la intervención urgente de la Presidencia de la República ante la apatía de las autoridades locales. Asonadas creciendo por toda la ciudad, es un mal mensaje para la cultura ciudadana. El pueblo desafiando la policía es una escena dantesca que puede legitimar la violencia barrial y convertirla en un movimiento masivo con consecuencias sociales imprevisibles.
Ser indiferente a las asonadas barriales puede llevar al quiebre de las instituciones. La economía ilegal en las ciudades es tan próspera que puede destinar más y más recursos para financiar asonadas, y destruir la autoridad en toda la sociedad y volver así más influyente el delito como empresa.
Es un hecho, las asonadas a la Policía seguirán mientras no haya una gerencia pública de seguridad urbana en la Alcaldía. Y todo indica, que no hay ni ánimos, ni claridad, ni intención de cambiar la política de seguridad, así como tampoco de realizar procesos de transparencia y respeto a los derechos humanos en el ejercicio de la autoridad.
SEÑOR LUIS PEREZ,
ResponderEliminarDesconoce ud la realidad de medellin totalmente, no sabe lo que pasa en los barios ni lo que pasa por la mente de las personas; las asonadas son la expresion mas significativa del inconformismo popular contra el abuso no solo de las "Poli-bandas" como se le dice hoy a la policia sino del estado en su conjunto que olvido que primero es el ciudadano comun y no los intereses de unos pocos empresarios y politiqueros.
El dia que estas asonadas de distintos sectores encuentren un punto en comun para protestar JUNTOS, mi recomenracion es que huyan antes que las personas abran muy bien los ojos.